Callarán hasta las ramas de los sauces
que rodean la que fue nuestra casa.
Las hojas del otoño
caerán mudas en noviembres infinitos
y su caída
será lluvia silenciosa
teñida de ocres amarillos.
El viento será complice
de este crimen pasional de otoño
y a partir de entonces
entre tu bosque y el mío
un desierto mudo
crecerá como enredadera eterna.
Las palabras entre nosotros
serán recluídas en la libertad que nos prestamos
y una vez nos abandonemos
no habrá tortura
ni garrote vil
que fuerce una queja
ni siquiera un crujido de lamento
capaz de despertar este sonido de silencio
y esta distancia planetaria.
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